Cuando tienes dos jefes y no se ponen de acuerdo en si hacer un Excel o una web
¿Qué pasa cuando tienes dos jefes y cada uno tiene una visión distinta de la jugada? Que hay una mala gestión.
¿Qué pasa si, encima de todo eso, no se comunican entre ellos? Pues que arde Troya. Y menos mal que no teníamos lanzallamas en la oficina, porque habría ardido literalmente de tenerlos.
Me explico.
Todo empezó un bonito día que no recuerdo en qué caía. Estaba en la oficina trabajando en un proyecto que llevaba meses en marcha y que nos hacía mucha ilusión que saliese, o al menos, a mi me la hacía. Mientras yo estaba implementando alguna cosa de algún proveedor de terceros en la plataforma, me llama el CFO con el equipo de márketing. Lo hacen a su manera habitual: entrando en la sala de programadores y diciéndome que tienen que hablar conmigo. Sin agendar reuniones ni mierdas del estilo.
Cogen y me dicen que tienen que importar una serie de ficheros XML de un proveedor más viejo que el ir a pie, y que hay que convertirlo a un Google Sheet, para ellos revisarlo y retocar datos, y finalmente ese Sheet pasarlo a la base de datos.
Les explico los problemas técnicos que todo esto implica y el tiempo que llevará hacerlo, y su respuesta es “esto tendría que haberse hecho hace meses, así que dale prioridad máxima”.
Como a todo lo demás en esta empresa, vamos.
Cojo, le digo al CTO lo que me han dicho y expuesto, y me dice que no corre tanta prisa como acabar de integrar el proveedor que estaba haciendo cuando me interrumpieron. Y también me dijo que les ignorase, que esto lleva ya años en espera y que no pasa nada por dejarlo correr un tiempo más. Yo, como buen empleado que soy, hago caso de mi CTO, que al final es mi superior directo y me pongo con lo que tenía antes.
A todo esto, entra el CEO y se pone a hablar con el CTO y luego viene a mi. Me dice que no me preocupe por la petición del Sheet y todo eso, que él se encarga de cubrirme.
Los cojones.
Pasa una semana y me escribe por Slack una de marketing preguntándome qué tal va todo. Le explico mi situación. Ignora mis mensajes. Al cabo de un rato viene el CFO con ella y me vuelven a sacar de la sala para “tener una charla”.
Les explico todo lo que he hablado con el CTO y el CEO. Me dicen que les ignore y haga lo que ellos dicen, que es tan urgente que podríamos perder al cliente.
Vamos bien.
Hablo con el CTO después de todo esto, y me explican que este cliente nunca ha pagado, y que el CFO se baja los pantalones con ellos siempre que hablan porque para él “este cliente es algo personal tenerlo en el plantel”. Me dice que sude de él (textualmente) y que siga con lo mío. Tenía más faena por hacer, más proveedores a integrar y pruebas a hacer para asegurarnos de que todo iba bien.
El CFO y la persona de marketing agendaron conmigo un par de reuniones, cuando tuve tiempo hice el conversor de XML a Google Sheet. Es más, hice varias iteraciones, porque “no les gustaba el aspecto de la hoja de cálculo”.
Aquí ya me llevaba las manos a la cabeza, así que decidí hablar con el CTO del tema. Me dijo que es normal que dijeran cosas así ya que no entienden la implicación técnica de hacer lo que les preparé, y que les dijese que no se iban a añadir estilos ni florituras: o lo toman o lo dejan. Al final lo tomaron y se pusieron a revisar los datos.
Pasó un mes y me pidieron que emepzase a importar los datos a nuestra plataforma. No teníamos tiempo de nada ya que el proyecto principal iba a salir pronto a producción (o eso pensábamos todos los programadores). Tras rechazar varias reuniones con marketing por ello, entró el CFO hecho un basilisco a la sala de programadores. La conversación fue algo similar a la siguiente:
CFO: Kyngo, necesito que vengas un momento a mi despacho. Yo: No puedo, CFO. Estamos muy liados y han caído unos servidores. CFO: Es importante, Kyngo. Ven ya. Yo: Te digo que no puedo, que esto es más prioritario, si quieres voy y dejo a la mitad de clientes sin servicio el rato que necesites. Espera a que acabe. CFO: Kyngo. Ven ya. Eso no importa. La cosa estaba calentita, calentita. Me levanto, miro a los demás programadores y ellos me miran, saben que va a pasar algo gordo (y estúpido). Me voy al despacho del CFO, cierra la puerta y me mira.
CFO: Vamos a ver Kyngo, ¿te piensas que esto es un puto juego? Que puedes jugar conmigo como te plazca, ¿eh? Yo (con cara de sorpresa): … Pero qué dices? No entiendo de qué estás hablando. CFO: Si yo te pido que me hagas algo, lo haces y punto. La mitad de la empresa es mía y puedo hacer con tu futuro lo que me dé la gana, ¿te enteras? Yo: Creo que deberías hablar con el CEO, porque… CFO (interrumpiéndome): Entonces me dices que CEO está jugando conmigo. Yo: Yo no he dicho nada de jugar. Digo que hables con él, porque no os ponéis de acuerdo. CFO: No entiendo qué tiene que ver eso con lo que está pasando. Si yo te pido algo y me rechazas la convocatoria me estás diciendo que “que me jodan”. Si te digo “ven”, tú vienes. Que por eso te pago. Yo: Me paga la empresa, no tu bolsillo. Habla con el CEO y cuando estés tranquilo seguimos esta charla. Me voy, temblando de la ansiedad de la situación. Cojo al CTO y se lo cuento. Éste se lleva las manos a la cabeza y me dice que hablará con el CEO del tema.
Esa misma tarde, el CEO y el CTO vienen y me piden hablar dos minutos. Me piden disculpas en nombre del CFO y me aseguran que esto no debería haber pasado. Yo les digo que no me sirve de nada, que quiero que él en persona se disculpe, pero hacen oídos sordos.
Pocos meses después de eso me fui del trabajo, pero ya os contaré en otra publicación cómo fue… Esto fue la comidilla entre los programadores, y aún es un tema de referencia en cuanto se habla de toxicidad laboral en esa empresa o en mis círculos, porque fue algo nunca visto.
El karma acabó actuando, y el CFO acabó marchando de la empresa. Otra empresa más gorda la compró y puso como cláusula que no le querían.
En fin, por ahora eso es todo. Que ya hay lectura para rato, ¿no? Jejeje.
¡Salud, y no os queméis!